Se cumplen 22 años de una de las mayores tragedias de inicios de siglo en el país. La explosión de una multitud de artefactos pirotécnicos convirtió en un polvorín el centro comercial Mesa Redonda en plenas actividades previas al fin de año. Aquella vez el lugar era un hervidero de gente que pugnaba por realizar las últimas compras para cerrar el año 2001.
Lamentablemente la desorganización sumada a la informalidad en la que trabajaban y trabajan una gran parte de comerciantes desencadenó la tragedia. Una mala manipulación de artefactos pirotécnicos sumada a las pésimas condiciones de almacenamiento generó una reacción en cadena de una serie de explosiones que acabaron con la vida de 277 personas, dejó heridas a 247 y y originó pérdidas económicas por más de 10 millones de dólares. Aunque este es el reporte de cifras oficiales del gobierno, lo más probable es que el número de afectados haya sido mayor, pues también la mayoría coincidió en que hubieron desaparecidos de los que nunca se pudo hallar algún resto.
Aunque en ese momento todos tomamos conciencia de la tragedia y nos preocupamos en evitar el uso de artefactos pirotécnicos, lo cierto es que más de dos décadas después la realidad no ha cambiado. Los comerciantes siguen expendiendo estos productos de manera informal en lugares que se convierten en bombas de tiempo como lo fue Mesa Redonda aquel 29 de diciembre del 2001. Más indignante resulta que a pesar de haber transcurrido tanto tiempo del hecho fatídico nunca se pudiera identificar a los responsables de tantas muertes.
Tengamos en cuenta la información que se brinda en las campañas preventivas sobre el uso de artefactos pirotécnicos. Una mala manipulación puede llevar a la tragedia y está en nosotros evitarlo para garantizar que las fiestas y en general nuestra vida pueda desarrollarse con total normalidad.