Una de las mentes más estudiosas a nivel contemporáneo de nuestras primeras civilizaciones es de la doctora Ruth Shady, quien dedicó treinta años de su vida al estudio y conservación de la ciudadela de Caral en Lima. Su gestión cada vez se ve más amenazada por traficantes de terrenos que quieren, a toda costa, apoderarse de los terrenos aledaños al recinto cultural y para ello no les importa atropellar a quien se les ponga en frente.
Similar a la situación que vive la doctora Shady, se aprecia con otros recintos culturales. Basta recordar lo ocurrido hace algunas semanas con el Candelabro de Paracas, enigmática figura en nuestro litoral y dañada por accionar humano. También están las líneas de Nazca, donde cada cierto tiempo se reportan daños de personas inescrupulosas.
Así se encuentra nuestro patrimonio cultural, amenazado y con insuficiente apoyo del Estado peruano. Nuestros gobernantes todavía no se ponen las pilas para garantizar una firme defensa de las zonas históricas. A este paso, parece que los invasores y demás gente inescrupulosa ganarán terreno para sus intereses.
Si trasladamos este problema a nuestra ciudad, basta ver lo que hicieron diversos propietarios en el centro histórico de Arequipa. Durante los últimos años se registraron diversos atentados y modificaciones que dejaron muchas dudas sobre la valoración del patrimonio cultural.
Esperemos que la doctora Shady pueda conseguir la protección necesaria para seguir cuidando de una zona tan patrimonial como Caral. Nuestro Gobierno también debe voltear la mirada para proteger nuestros recintos históricos. Ese será un legado más que importante para las siguientes generaciones de peruanos.