Todo parece estar consumado y hay poco o nada que se pueda o que se quiera hacer. Indefectiblemente la señora Dina Boluarte se quedará hasta julio del 2026, al igual que el Congreso. Las recientes declaraciones de Boluarte y la nueva mesa directiva del Congreso confirman lo que ya era un secreto a voces: un doble matrimonio, un doble pacto de sobrevivencia: el primero, entre el Ejecutivo y el Legislativo; y, el segundo, entre el fujimorismo y el cerronismo para dirigir el Legislativo. ¿Alguien podría dudar a estas alturas del gobierno que las supuestas “divergencias ideológicas” eran simples máscaras para ocultar la real intención de todos de quedarse hasta el 2026?
Muchos creen que nuestros 202 años de independencia que celebramos ayer nos encuentra tan igual o peor que el 28 de julio de 1821: divididos, con crisis política y económica, con ingobernabilidad e inestabilidad social, etc. Estamos, dicen, igual o peor que con los militares. Considero que esta no es una situación anormal, si hay una constante en nuestra historia republicana es la división social y política; otra cosa es que la clase dirigente (aristocracia, oligarquía, burguesía, empresarios, clase alta, etc.) hayan sabido manejar bien las cosas para ocultar o aplastar las protestas y manifestaciones que evidenciaban esas divisiones. Las diferencias son saludables en democracia, dicen todos, entonces si las diferencias que ahora se evidencias más claramente no son nada saludables para el país, ¿realmente vivimos en democracia? ¿Es la señora Boluarte una demócrata? ¿Es este Parlamento la máxima representación de la democracia? Hay voces que califican al actual régimen como una dictadura, creo exageradas esas afirmaciones. Pero, definitivamente, lo que estamos viviendo dista de ser la democracia a la que estamos acostumbrados. Estoy totalmente convencido que el actuar del ejecutivo (reprimiendo y asesinando a los manifestantes) y el actuar del legislativo (protegiéndose de sus supuestos delitos, imponiendo la fuerza y peso de los votos por encima de la razón y la ley), no son nada democráticos. Por otro lado, las supuestas instituciones autónomas (Tribunal Constitucional, Fiscalía de la Nación, Defensoría del Pueblo, etc.) siguen, cual coristas, lo que desde este régimen presidencial-parlamentarista hace y deshace.
¿Qué nos queda a la gente?, pues por lo visto las grandes mayorías están felices con la situación actual, el fracaso de la famosa “Tercera toma de Lima”, es el ejemplo más patético y real de que la gente ya se cansó de protestar. El conformismo ha triunfado, curioso esto en un país de “emprendedores”. La única solución sigue en manos del pueblo, que parece seguir dormido. Así las cosas, no son unas felices fiestas patrias. Están destruyendo la patria en nuestras narices, y ni nos rascamos.
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