Cerro Colorado. Desde su fecundación, Wilbert y Jhony estuvieron juntos, pasaron una y mil historias, pero siempre estuvo uno al lado del otro para apoyarse. Hoy en día gracias a su esfuerzo y constante trabajo tienen sus puestos de venta en el terminal pesquero de Río Seco lo que permite el sostenimiento de sus familias.
En el mercado donde se venden los productos marinos son conocidos por su alegría y además porque llevan más de la mitad de su vida dedicados a este trabajo.
SUS HISTORIAS. Wilbert recuerda que cuando aún eran niños su madre era vendedora mayorista y repartía el pescado cerca al mercado San Camilo, luego se fueron al parque industrial, de ahí a El Palomar y finalmente a Río Seco.
Los hermanos siempre trabajaron, cuando tenían solo ocho años hacían labores más sencillas como vender bolsas a los compradores, luego se dedicaron a lavar las cámaras donde se traslada el pescado, ya más grandes se dedicaron a ser pescadores, botadores y hasta pescadores en altamar.
Mientras prepara un ceviche de pescado nos va contando como fueron sus inicios, su mayor orgullo es que ambos tienen dos hijas que estudian en la universidad.
“Le damos gracias a Dios porque nos ha dado la opción de llegar al pesquero junto con mi hermano, también le agradezco a mi madre que está en el cielo y a mi señor padre. Nosotros no hemos llegado acá por casualidad porque junto a mi hermano venimos trabajando muchos años”, comenta alegremente mientras adereza el ceviche con el yuyo, limón, cebolla y termina el potaje bandera del país.
Pero los gemelos, como todos los comerciantes los conocen en el pesquero, no pensaron que iban a seguir los pasos de su madre, pues soñaron con ser policías, algo que no pudieron lograr por diversas circunstancias, ambos probaron un poco la vida militar pues estuvieron en el Ejército donde ingresaron en el año 1998 y juntos estuvieron en una guerra.
“Nuestro reto fue presentarnos al cuartel Salaverry cuando justamente comenzó la guerra entre Perú y Ecuador. Mi unidad fue llevada al norte a la zona de Bagua donde estuvimos sirviendo casi dos años y meses, luego de ahí nos regresamos acá y llegamos al pesquero cuando recién llegó a Río Seco y no había nada”, recordó.
A pesar de lo sacrificado de la vida militar, Wilbert guarda gratos recuerdos porque en ningún momento estuvo lejos de su hermano, pero el episodio que más guarda en la memoria es cuando los dos tuvieron paludismo o fiebre amarilla. “Quizá es el mejor momento que viví con mi hermano, porque ambos luchamos para sanarnos”, comentó.
Con las manos siempre oliendo a pescado y algunos cortes propios del trabajo diario de la venta de estos productos, los gemelos están orgullosos de todo lo que han logrado conseguir en la vida y a la vez inmensamente felices de haber estado juntos en cada una de las etapas de su vida apoyándose, ayudándose y festejando cada uno de sus logros.
A sus 44 años de edad todavía tienen retos que cumplir, saben que pase lo que pase, siempre estarán el uno para el otro, tal y como ha sido desde que llegaron a este mundo.