A sus 73 años, el músico español radicado en Perú desde su infancia confiesa que vive una etapa de madurez artística y espiritual. “Ya no tengo tiempo. Con dos cánceres encima, hacer planes y tener muchos proyectos no es realista. Me guardo la energía para las cosas que realmente me interesan”, comenta, recordando el consejo que le dio su amigo, el maestro Celso Garrido Lecca.
“Yo siempre me vi como peruano. Llegué con 9 años y cumplí 64 acá. Es lo que me ha tocado, como María Reiche en Nasca”, afirma el compositor, quien fusionó el rock con ritmos andinos y experimentó con sonidos ancestrales. Explica que su interés por la música del Perú nació de la espiritualidad andina, tras su experiencia en el Señor de Qoyllority y su encuentro con músicos tradicionales del Cusco.
Con 40 años de carrera y un legado que combina rebeldía y conciencia social, el artista reflexiona sobre su paso por la música política: “Cuando hice mi primer disco, me di cuenta de que tenía un fuerte contenido de ideas políticas... Luego entendí que si hacía política me iba a poner muchas limitaciones”, recuerda. Su tema “Primavera especial”, inspirado en el toque de queda de Alan García, fue su manera de camuflar la protesta con arte.
Hoy, sin filtros, critica la realidad nacional. “Es impresentable la política en Perú. Todos son unos caraduras... El país es tierra de nadie. Aquí no hay orden”, sentencia, mostrando su desencanto ante una sociedad que —pese a su caos— sigue siendo su fuente de inspiración. “África, la música andina o el rock: todo es energía. Y mientras la música me dé felicidad, seguiré componiendo”, concluye.
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