Escribe: Dante Zegarra López.
Con Nace un imperio. La historia de los incas contra los chancas, Enrique Zavala Concha vuelve a un territorio que en el periodismo peruano suele transitarse poco: el reportaje histórico de gran formato. Publicado por EY del Perú —cuarto título del autor bajo este sello y quinto en su trayectoria—, el libro se afirma en un rigor etnohistórico poco común y en una investigación que se propone una tarea difícil: distinguir los bordes del mito y de la memoria oral para reconstruir uno de los episodios más determinantes de la historia andina.
La apuesta no es menor. En un país donde predomina la crónica política o social inmediata, Zavala Concha reivindica una tradición que hunde sus raíces en trabajos de Gabriel García Márquez, Indro Montanelli, Ryszard Kapuscinski, Martha Gellhorn, John Reed, Gerda Taro y Robert Capa. De ellos toma la ambición narrativa y el ángulo del testigo que reconstruye hechos mayores con voluntad interpretativa, sin renunciar a la precisión documental.
El libro —distribuido de forma gratuita y estructurado en 21 capítulos— se adentra en el conflicto decisivo entre incas y chancas, ocurrido hacia los años 1438-1440. La confrontación no solo definió la supremacía inca, sino que inauguró el tránsito hacia el Tahuantinsuyo como un Estado imperial. Para situar al lector en ese punto de quiebre, Zavala recorre los prolegómenos de un mundo fragmentado tras la caída de Wari. En los Andes centrales coexistían entonces la confederación chanca —con Vilcas y Pocras como grupos principales—, los incas aún en expansión desde el Cusco, los Canas, Canchis y Ayarmacas, estos últimos aliados de los chancas. Era un mapa de alianzas tensas, rivalidades abiertas y territorios disputados entre Apurímac, Ayacucho y Huancavelica.
Desde allí, el reportaje despliega los mitos de origen que los propios incas y chancas construyeron para sí. Los primeros, vinculados a una migración procedente del Collao y envueltos en relatos como el de Manco Cápac y Mama Ocllo o los hermanos Ayar. Los segundos, asentados en la laguna de Choclococha y reputados como guerreros feroces, capaces de articular una confederación militar ambiciosa.
El eje narrativo es la guerra que estalla cuando los chancas, en pleno ascenso, sitian el Cusco. El inca Wiracocha decide abandonar la ciudad con su hijo Urco. Frente al vacío de poder, el joven Cusi Yupanqui se queda al mando con apenas siete hombres. Zavala reconstruye ese momento con la tensión de un parte de guerra: las primeras defensas en Carmenca, la desventaja numérica, el giro provocado por la llegada de refuerzos y el episodio —cargado de simbolismo— de la captura de la momia de Uscovilca, gesto que quebró la moral chanca.
La victoria en Carmenca fue seguida por la persecución y el triunfo definitivo en Ichupampa, rebautizada después como Yahuarpampa. Con ese desenlace, Cusi Yupanqui fue aclamado por nobles y pueblo, tomando el nombre de Pachacútec, “el que transforma el mundo”. Su ascenso selló la decadencia chanca y abrió la etapa de mayor expansión del poder incaico. El Cusco adquirió su diseño monumental; surgieron reformas administrativas que sostendrían el imperio; y, en una decisión implacable, los remanentes chancas fueron primero incorporados y luego aniquilados para prevenir una insurrección.
Zavala evita la tentación del relato total. Reconoce que, sin escritura inca, ninguna reconstrucción puede ser completamente verificable. Pero el libro demuestra que el periodismo puede iluminar los grandes huecos de la historia desde la investigación interdisciplinaria. El mérito es claro: devolver al lector un episodio fundacional del país, narrado con la solvencia de un reportaje y el pulso de un acontecimiento que aún define nuestra memoria colectiva.