Las disputas entre Israel y Palestina no surgieron de manera reciente. Se trata de un conflicto de profundas raíces históricas y religiosas, que ha persistido por más de un siglo. La ofensiva de Israel tras el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023 abrió una de las páginas más sangrientas en décadas, desencadenando el mayor éxodo palestino en 75 años y recordando heridas que se remontan a la creación del Estado hebreo.
El regreso de los judíos a la llamada “Tierra prometida” se intensificó a inicios del siglo XX, impulsado por el antisemitismo europeo y el sionismo político. La Declaración Balfour de 1917 marcó un hito al afirmar que “el Gobierno de Su Majestad ve con buenos ojos el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”. Sin embargo, este proceso generó tensiones con los árabes locales, que veían cómo la compra de tierras y la inmigración masiva transformaban su territorio y amenazaban su modo de vida.
El mandato británico sobre Palestina tras la Primera Guerra Mundial no logró conciliar a ambas comunidades. La inmigración judía aumentó drásticamente en los años 30, especialmente tras la persecución nazi, y para 1947 la ONU propuso dividir el territorio en dos Estados. La resolución no trajo paz: al expirar el mandato británico en 1948, David Ben Gurión proclamó la independencia de Israel, lo que desató la primera guerra árabe-israelí. Para los israelíes fue la “guerra de independencia”; para los palestinos, el inicio de la “catástrofe” que los expulsó de más de 500 aldeas.
Desde entonces, cada enfrentamiento, incluido el actual revive una historia marcada por promesas incumplidas, olas de violencia y desplazamientos masivos. Jerusalén, ciudad sagrada para judíos, cristianos y musulmanes, sigue en el centro del conflicto. La lucha por tierra, soberanía y memoria mantiene abiertas heridas que atraviesan generaciones en Oriente Medio.
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