Hoy, tercer domingo de junio se celebra el día del símbolo protector: Día del Padre. Una fecha que nos recuerda su duro sacrificio para sacar adelante a sus seres queridos. La página no es suficiente para contar la historia de todos los padres, pero seleccionamos a tres que que convirtieron su trabajo en una vocación, pero que dependen de sí mismos para ganar dinero y dar una mejor vida a su familia. Con ellos, oficios de antaño que están por desaparecer, pero están dispuestos a dejar legados.
HISTORIAS.
Sus hijos le permitieron ser un mejor fotógrafo
Todo arequipeño alguna vez busco un fotógrafo para inmortalizar su imagen en la plaza de Armas y en ese lugar que es el corazón de Arequipa está Eleuterio Condori, quien toma fotos desde los 18 años. Conoce bien el negocio y ronda el Tuturutu para encontrar clientes. Él recuerda que en los años 90’ su oficio era un privilegio, cobraba cinco soles por dos imágenes, el dinero era suficiente para pagar los estudios de sus primeros tres hijos, pero con el tiempo tuvo que permanecer más horas e ir hasta los feriados para ganar más y sacar adelante a sus dos hijos restantes. Ahora, pocas personas se acercan y le piden una foto, la mayoría usa celular, reniega más cuando cualquiera se llame fotógrafo. “Antes la fotografía era un arte”, dice.
Ser lustrabotas le permitió salir adelante
“Ser padre no es fácil, pero hay que estar siempre con la mente alta”, dice Genaro Mauro Ortiz de 68 años, quien trabaja como lustrabotas desde los 14. Al principio lo hizo para ayudar a financiar los gastos de su hogar, pero con el tiempo le gustó “he visto diferentes tipos de zapatos”, dice orgulloso. Don Mauro tiene cinco hijos, todos crecieron gracias a su trabajo de lustrabotas, labora todos los días, son siete horas, cada vez que termina su jornada se dedicaba a darle tiempo a su familia. Para mejorar su calidad de vida y la de su familia mejoró su técnica y abrió su propio negocio en Umacollo. Ahí tuvo un quiosco alquilado por 15 años “tenía tres sillas, era grande”, dijo mientras medía la altura de su negocio con sus manos. Sin embargo, tuvo que dejarlo por la pandemia.
Es el padre de su oficio, un orgullo mistiano
“Fotos, fotos, fotos”, grita Ignacio Ortiz (86 años), fotógrafo de la plaza de Armas desde los 21 años, él se aferra a la idea de que su oficio no desaparecerá. Ve a su cámara como su hijo, siempre la agarra con una mano para cerciorarse de que siga ahí. Don Ignacio no habla mucho de su familia pero se siente orgulloso de ellos. También reflexiona sobre sus colegas, quienes ya son jubilados. “Ellos trabajaban con nosotros pero se fueron a otros lados”, comenta despreocupado sin arrepentirse de estar ahí. Actualmente es el presidente de la asociación de fotógrafos y tuvo que ver como la cuarta parte de sus integrantes se fue. Recuerda como antes tenía más trabajo, como cumpleaños y hasta bodas, pero ahora solo se queda en la plaza.