El Gran Teatro Nacional (GNT) celebró con la adquisición de los cinco primeros chalecos vibratorios, un hito en el acceso y participación de las personas sordas e hipoacústicas en la inédita programación artística de este monumental recinto.
En un ambiente de emoción, el Ministerio de Cultura presentó ayer los cinco chalecos vibratorios que optimizarán la experiencia física y sensorial de las personas con discapacidad auditiva que visitan el Gran Teatro Nacional.
Esta novedosa tecnología utiliza el Sistema Immersive Live W5 versión Woojer en todas sus producciones musicales, con lo cual se erige como pionera en América Latina, enriqueciendo la experiencia de aquellas personas con discapacidad auditiva.
Con tintes de innovación, el Gran Teatro Nacional se transforma como un lugar de inclusión, alentando un acceso pleno y sin barreras sensoriales.
La música, ahora, se expande más allá del oído, surcando el cuerpo con sensaciones que emulan los matices y emociones que el sonido puede evocar.
Y para entender las funciones técnicas y el uso adecuado de los chalecos vibratorios, el área de Públicos del GTN invitó a miembros de la comunidad sorda y a intérpretes de Lengua de Señas Peruana (LSP) a disfrutar un espectáculo exclusivo con el Conjunto Criollo de la Escuela Nacional Superior de Folklore José María Arguedas.
Cuatro composiciones criollas y afroperuanas fueron el banco de pruebas para esta tecnología, deslumbrando a aquellos que, por primera vez, han sentido la música vibrar en sus entrañas.
Estos chalecos vibratorios no solo son dispositivos, son llaves maestras que desbloquean la música para aquellos que, durante tanto tiempo, fueron relegados al silencio.
Así, entre vibraciones y materiales reales, nace una biblioteca de memoria auditiva, trazada con sensaciones distintas pero igualmente conmovedoras. En este templo de las artes, la música no es solo un sonido; es una experiencia que atraviesa la piel y encuentra su camino hacia el corazón de cada espectador.
El GTN no solo acoge la música, sino que la hace sentir. En este escenario de inclusión, la cultura se transforma en un derecho universal, resonando en cada fibra de aquellos que han anhelado, por tanto tiempo, ser partícipes plenos del arte que les pertenece por derecho propio ( Por Valery Díaz Vásquez).