Durante la ocupación chilena en Arequipa, los invasores cometieron cobardes actos en Quequeña que generaron la indignación de los lugareños. Los chilenos no solo tomaron la ciudad, sino que también tuvieron bajo control los poblados contiguos. Es así que el 29 de octubre de 1883 un grupo de soldados llegó a Yarabamba y Quequeña en busca de armamento, alimentos y forraje para su caballería. Pero esto no fue sino una excusa para cometer diferentes atrocidades como saquear las tiendas y despojar de sus bienes a muchas personas, como a Mariano Linares Portugal a quien un soldado llamado Juan Fernández le quitó su reloj.
Los asaltantes retornaron a la ciudad con cabezas de ganado vacuno, alfalfa y forraje para sus caballos.
El 21 de noviembre de 1883 una gran cantidad de soldados chilenos bajaron de Pocsi a Quequeña y establecieron su cuartel, desde ahí controlaban a los pueblos de Quequeña, Yarabamba y Sogay.
Al siguiente día un soldado chileno se dirigió a Yarabamba, en el camino fue reconocido por Mariano Linares como el autor del robo de su reloj ocurrido días atrás. Linares le increpó su accionar, el chileno se sobresaltó, ambos empezaron a forcejear. El arequipeño que era un hombre fornido, logró despojarlo de su sable y de su rifle.
Lleno de ira el soldado chileno, retornó a Quequeña y contó a tres compañeros lo acontecido, estos decidieron ir al lugar para investigar. En el trayecto encontraron a don Andrés Herrera a quien interrogaron, como este desconocía los sucesos lo torturaron cruelmente. Sus quejidos fueron escuchados por Mariano Linares y los pobladores del pago de Buenavista, quienes inmediatamente se enfrentaron a los chilenos, estos un poco atemorizados huyeron a su cuartel, instaurado en la panadería, propiedad de doña Eulalia Gutiérrez; Andrés Herrera aprovechó el pánico para escapar.
Los valientes pobladores cansados de los abusos por parte de los invasores los persiguieron hasta su campamento y dieron muerte a dos chilenos, el soldado Juan Fernández y el sargento Francisco Román; el soldado Francisco Valdebenito logró escapar, raudamente se dirigió a la ciudad para contarles a sus jefes lo ocurrido. Debemos destacar la valerosa intervención de tres mujeres en esta refriega, Zaragoza Velando, Lastenia Villanueva y Juana Arenas.
El 23 de noviembre arribaron a Quequeña un médico y un oficial chileno para investigar la causa de la muerte de sus compatriotas. En las primeras horas del día 24 un pelotón de soldados chilenos hizo su aparición en Yarabamba, inmediatamente mandaron reclutar a todos los varones, sin importar su edad y estado de salud, luego los condujeron a la plaza de Quequeña, los invasores lograron reunir a 60 hombres de los distritos de Yarabamba y Quequeña.
Los prisioneros fueron formados en el atrio del templo, el jefe chileno ordenó llamar al Párroco, Emeterio Retamoso. Sin perder tiempo el jefe del ejército chileno nombró un Tribunal Militar para que investigue los sucesos del día 22. Asimismo dispuso que, del grupo de los 60 varones, se separe a los ancianos, niños y enfermos, quedando solamente 26 personas. Luego procedió a escoger a un prisionero de cada cinco, quienes fueron condenados a muerte; don José Mariano Ávila, ingresó a la iglesia para esconderse pero fue sacado a la fuerza por los chilenos y como castigo fue incluido en el grupo de los sentenciados.
En conclusión fueron seis los destinados a morir, los 20 restantes condenados a recibir 100 azotes. El Tribunal Militar rápidamente redactó una sentencia, la cual procedieron a aplicar, luego de darle lectura. Ante la incrédula mirada del Párroco y del pueblo, arrojaron al suelo al ciudadano Mariano Oporto y lo flagelaron despiadadamente, lo mismo hicieron con Liborio Linares Portugal, a quien le reventaron los testículos.
Al mediodía, el cura Retamoso fue llamado al cuartel de los chilenos para que otorgue el sacramento de la confesión a los condenados. Los seis fusilados fueron: Manuel Benito Linares Arenas, Luciano Ruiz Paría, Liborio Linares Portugal, Juan de Dios Acosta Rodríguez, Ángel Figueroa Málaga y Mariano Ávila Benavides.
Consumados estos hechos, los chilenos bajaron a Buenavista cometiendo muchas fechorías, incendiaron las casas de Andrés Herrera, Marcelino Linares, José Arenas, Nazaria Oporto y Gregoria Arenas. Además robaron gallinas, las cuales sancocharon y después comieron, mientras observaban satisfechos como el fuego consumía las humildes casas.
Mediante Ley N.° 24308, promulgada el 26 de setiembre de 1984, el Congreso de la República declaró a los mártires de Quequeña, como “Héroes Nacionales”.