Aquel sábado 23 de junio de 2001 eran las 15:33 horas cuando los arequipeños conocieron la fuerza de la naturaleza en un terremoto de magnitud de 8.2 Mw (magnitud de momento). Como consecuencia fallecieron 102 personas, cifra que incluye a 26 ciudadanos de Camaná que murieron arrastrados por la presencia de un tsunami en las costas de dicha provincia. Ese trágico sábado las olas del mar camanejo salieron por más de un kilómetro dañando todo a su paso.
Dicho terremoto se “constituye como el más grande de los ocurridos en el borde oeste de Sudamérica en los últimos 133 años (contados hasta 2001)”, describió el presidente ejecutivo del Instituto Geofísico del Perú (IGP) Hernando Tavera Huarache, en su informe detallado que presentó en 2002.
TELÚRICO. Cuando llegaron las 15:33 horas de ese inolvidable día, el suelo tembló con tanta fuerza que un ciudadano no podía mantenerse en pie sin ser sacudido. Se sentía como caminar dentro de una batidora. Los ruidos de ventanas o del suelo eran continuos, parecía que se aquejaba la tierra arequipeña de tanto daño que produce el hombre. La magnitud de aquel terremoto se apreció en el derrumbe de las torres de la Catedral y casonas del centro histórico.
Ese terremoto, 23 años después, sigue siendo un lamentable recuerdo. Aún hay inmuebles que no se recuperan de los daños, el politécnico Rafael Loayza es un claro ejemplo. Lo peor, pese a tener en el siglo XXI un gran terremoto aún no hay cultura para enfrentar otro, que esperemos ocurra en el día para guarecerse.