Cultura

Cuando la catedral de Arequipa fue un infierno

Un incendio ocurrió el 1 de diciembre de 1844, los arequipeños vieron como su máxima iglesia se destruía y rescataron algunos bienes

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MANUEL TORRES CASTILLO

MANUEL TORRES CASTILLO
redaccion@diarioviral.pe

El domingo 1 de diciembre de 1844 un dantesco incendio  consumió por completo la fastuosa Catedral de Arequipa, ante la atónita mirada de los pobladores. 
A las 9 de la mañana, el chantre Bruno Valcárcel celebró la misa del primer domingo de Adviento. Dos horas más tarde los sacristanes divisaron en el interior de la Catedral gigantescas lenguas de fuego que poco a poco se iban expandiendo.

Al promediar las 11:50, la campana de la iglesia matriz empezó a tocar desesperadamente, los sacristanes abrieron las tres puertas para que los pobladores observen lo que estaba ocurriendo, el viento que ingresó provocó que las llamas se propaguen con mayor facilidad. 

Inmediatamente los feligreses llevaron barriles con agua hasta la plaza de Armas para mitigar el siniestro, algunos ingresaron a la Catedral y rescataron imágenes y muebles. Vieron como la voracidad de las llamas dejaron en cenizas retratos de los ilustres obispos, altares, 14 retablos, el coro, dos órganos y la sacristía. Las mujeres impulsadas por su fe seguían trayendo recipientes con agua, pero los testigos con los ojos llorosos vieron que todo esfuerzo fue en vano.

Enterado del hecho el prefecto Pedro Cisneros, llegó al lugar con policías, más pobladores que logró introducir a la iglesia el agua de la acequia que transcurría por la  esquina de la Pontezuela, esto logró minimizar un poco la voracidad del fuego.  Después, rompieron puertas y abrieron forados en  la pared posterior de la Iglesia para rescatar los bienes de la sacristía mayor, los cuales fueron trasladados a la casa del Deán. 

A las 13:30, el nivel del incendio descendió, las bóvedas y columnas del templo quedaron absolutamente calcinadas. En un par de horas se esfumaron  tantos años de historia. 

Algunos sintieron que el siniestro ocurrió como un castigo divino, versión apoyada por Deán Valdivia, cuando anunció la  reconstrucción de la Catedral: “La casa del Señor, que acaba de ser entregada a las llamas por los pecados del pueblo y las iniquidades de los ministros del Santuario, será reedificada de nuevo y volverán a ella tan solo los que teman al Señor”.

LA RECONSTRUCCIÓN. El obispo José Sebastián de Goyeneche y Barreda ante la tristeza que embargaba a su pueblo decidió iniciar la reconstrucción de la Catedral, realizó la donación de 20 mil pesos, similar actitud adoptaron sus hermanos José Manuel y  Juan Mariano quienes colaboraron  con 60 mil pesos.

El día 16, se inició el recojo de los escombros, el mismo obispo Goyeneche dirigió los trabajos  y con su propio peculio pagó los salarios de los obreros;  quienes con la ayuda de dos mil personas de ambos sexos  limpiaron todo en un día. 
La titánica tarea de la reconstrucción de nuestra Catedral cayó en manos del arquitecto arequipeño Lucas Poblete. 

MILAGRO EUCARÍSTICO.  En medio de las cenizas encontraron un copón con tres hostias, las cuales a pesar de la violencia del fuego, milagrosamente  estaban intactas y sus huellas impresas en el metal. En la actualidad este vaso sagrado, considerado como una reliquia,  puede ser apreciado en el museo de la Catedral. 
 

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