Cultura

Arvo Pärt, Osvaldo Lamborghini y Narcisa Hirsch invitan a pensar el arte contemporáneo en el CCK

La muestra inmersiva sobre la obra del compositor estonio, una recopilación de la producción gráfica del escritor argentino y la retrospectiva de la cineasta de vanguardia, componen un interesante recorrido por la oferta actual del centro cultural ubicado en el centro porteño

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DIARIO VIRAL

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“Mantener el paso. Hay que ser absolutamente moderno”, decía el poeta Arthur Rimbaud en 1873 en Un temporada en el infierno, mientras hacía de la poesía lo que conocemos hoy como poesía. En Poesía en forma de rosa el gran cineasta, poeta, ensayista, novelista y todo Pier Paolo Pasolini se reconocía: “más moderno que todos los modernos, buscando hermanos que no existen más”. Encadenados con la actualidad, sigue siendo un buen programa para encontrar en qué consiste el arte contemporáneo. Algo que se puede experimentar en una jornada, si es que así se desea, visitando algunas de las actividades que se desarrollan en el Centro Cultural Kirchner y que poseen toda la fuerza del arte hoy.

Empezando por la puesta del concierto para cuerdas Fratres, de Arvo Pärt, compositor nacido en Estonia y nacionalizado austríaco luego de su exilio (hoy reside en Berlín), y que realiza música sacra con la fuerza de toda la experiencia del siglo XX. Para ser realmente contemporáneos y asistir a una experiencia, la cita se produce en la Sala Inmersiva en la segundo piso del edificio de la avenida Alem.

Arvo Pärt es uno de los grandes compositores vivos de la música sacra, inspirada en la música antigua, el canto gregoriano y el espectro originado en los ritos eclesiales, pero atravesada por el dodecafonismo y el serialismo en el que Pärt se formó, incluso en contra de las posibilidades de hacerlo en una nación colonizada por la Unión Soviética (Estonia había sido anexada por la URSS luego del Pacto Molotov-Ribbentrop firmado con los nazis y permaneció así hasta la caída del régimen) y regida por el rígido códex estalinista.

Así, obras como Nekrolog, de 1960, o Credo, de 1968, fueron censuradas por el diktat soviético ya por dodecafónica, la primera, o por su temática religiosa, la segunda. Desde la última prohibición se retiró al estudio de la música en soledad para regresar con la composición en 1976, antes de partir al exilio en Viena junto a su familia en 1980, y luego residir en Berlín después. En la capital germana, tan dada a la producción musical académica, pudo desarrollar su propio estilo. En Estonia había trabajado como ingeniero de sonido para la televisión estatal y creado música para producciones televisivas, lo cual tal vez le brindó elementos para desarrollar una profusa incursión en la composición para películas.

Desde el Cantus in memoriam de Benjamin Britten (otro gran compositor de ópera contemporánea) usado en Los amantes del Pont Neuf, de Leo Carax en 1991, a la banda sonora de Gerry, de Gus Van Sant en 2001, La mort rouge, de Víctor Érice en 2006, o La gran belleza, de Paolo Sorrentino, en 2013, su música forma parte de la elegida por un gran abanico de realizadores fílmicos. Su obra Fratres, que significa “hermanos” latín, es una de las más conocidas y versionadas del compositor austríaco.

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