Escribe: Noelia Zeñada Yauri
Para llegar a la cima del volcán Misti, Iván Contreras Abarca, necesitó más que preparación física. Hubo noches, mientras subía la montaña, donde rezaba para no sentir el intenso frío y para no caer en la oscuridad de la noche. La primera vez que subió al Pichu Pichu acompañado de sus hermanos, tuvo un preinfarto sin saber de qué se trataba y en otra ocasión casi pierde la vida.
ENTRE EL CIELO, LA FE Y LA MUERTE. Desde hace una década, Iván Contreras sube a los nevados del Perú, él comenzó a los 35 años, una edad considerada tardía en la esta actividad deportiva. Su primer objetivo fue la cima del Pichu Pichu, no obstante, a medio camino tuvo un preinfarto y no podía caminar, por lo que fue regresado al campamento. Sin embargo, en vez de desanimarse, buscó su próxima ruta.
Se preparó físicamente para llegar a la cumbre del Chachani. Aquella vez el agotamiento físico y las condiciones extremas de la naturaleza lo llevaron a rezar y buscar fuerza en la fe.
“Subíamos desde la medianoche y llegamos a la cumbre al amanecer, cuando llegué se me fue todo el cansancio…aunque juré que no volvería a subir otra montaña, al día siguiente ya estaba planeando mi próximo ascenso”, comenta.
Una vez alcanzó los 5100 metros de altura, habían dos personas delante de él subiendo en zigzag pero quiso pasarlos y tomó una ruta directa.
“Divisé una roca que estaba a unos cinco metros delante mío, quería alcanzarla para estabilizarme, pero cuando llegué la roca se desprendió y me caí unos veinte metros, en ese momento vino a mi mente imágenes de mi vida”, narra.
Afortunadamente le tiraron una cuerda a tiempo y dejó de caer. Aunque esa fue una de las experiencias más traumáticas que vivió en los Andes, para este experto andinista subir los nevados es superar límites mentales.
“Cuando subo la montaña, llega un momento en el que siento que ya no puedo continuar por el agotamiento, pero doy un paso más y me doy cuenta de que puedo seguir adelante”, explica.
VOLCANES LLENOS DE BASURA. El Misti, Chachani y Pichu Pichu, son el primer paisaje que ven los arequipeños cuando abren los ojos, pero solo los montañistas pueden ver la cantidad de botellas, envases, latas de atún y bolsas dejadas por personas que ascienden a estas montañas. “A pesar de que todos los años se hacen campañas de concientización en las agencias de turismo y jornadas anuales de limpieza en el volcán, por parte del Club de Andinismo y Sernanp, siempre encontramos gran cantidad de basura”, lamenta.
COMPETENCIA DE ASCENSO AL MISTI. Inició en 1971, es un legado de Arequipa que este año celebra su 27.ª edición programada para el 17 y 18 de agosto. Esta competencia, junto con otras dos históricas como: el premio de automovilismo ciudad de Arequipa de 1951 y la maratón de la Candelaria en 1986, es un símbolo de la identidad arequipeña.
Para este feroz andinista, la montaña es más que un deporte; es una escuela de vida que le enseñó a ser prudente y a perseverar a pesar de las más complicadas adversidades.